En un mundo realmente
trasegado, el nombre es un momento del sí.
Proverbio vülpo
El nuevo rebelde es muy fácil de identificar:
es aquel que dice sí. Sí a Delanöel. Sí a las iniciativas que van en el buen
sentido, sí a los mercados naturistas, al tranvía que atraviesa el desierto, a
las guarderías infantiles, al campo del progreso, a los barrios que avanzan. Sí
a todo.
Salvo a la Francia de abajo, claro, y a los
provincianos que todavía no entendieron que la justicia social ya no desemboca
en la revolución sino en una estadía de una semana en Barcelona a todo trapo.
En oposición a su ancestro, el rebelde-de-Mayo,
o rebelatra, lo llamaremos rebelde a pedal. Ya que el deslizamiento, para él,
es una idea nueva en Europa. El rebelde-de-Mayo, por otro lado, no está a gusto
en los tiempos que corren. Ese faccioso juramentado, que reía al verse
eternamente rebelde en el espejo, ese especialista libertario de las
expediciones plumíferas sin riesgos, echa espuma de rabia por la boca desde que
lo acusaron de complicidad con los “pedocriminales”.
El rebelde a pedal, en cambio, tiene todo el
viento a su favor. Es un héroe liso y positivo, un valiente que desafía las
intemperies en bicicleta. Está listo para bajar a la calle a exigir una
multiplicación de las guarderías en el centro de la ciudad (el rebelde a pedal
es a menudo una pareja con niños). Ama la transparencia, los objetos
equitativos y los regalos altruistas que se encuentran en las boutiques éticas.
Aplaude cada vez que le abren una nueva brecha legislativa en la fortaleza del
patriarcado. Se ha desprendido de la antigua visión, triste y medieval, de la
pareja (la diferencia sexual es algo que debe superarse). Quiere que las cosas
avancen. Que avancen. Que avancen. Y que avancen.
Y no es verdaderamente en su honor que Bernanos
escribía, poco después de la última guerra: “Este mundo se cree en movimiento
ya que tiene del movimiento una idea muy material. Un mundo en movimiento es un
mundo que escala la pendiente, y no uno que la desciende. Y se la desciende tan
rápido, que lo único que hacen es precipitarse, nada más”.
El rebelde a pedal desciende y cree que se
mueve. Es por eso que ha entrado desde su más tierna edad en la secta de los
Adventistas del Séptimo Día. En París, votó a Delanoël, rebelde del Hôtel de
Ville. Ya que, como este último, está contra el desorden. A fondo. “Somos los
candidatos del orden”, había proclamado Delanoël en su último discurso de
campaña.
Y en efecto, no hay más que un desorden, más
que una anarquía: no estar en sintonía con la ideología del rebelde a pedal.
2001.
Traducción: M. Dupont