1.
Por Charles Péguy
Extractos – Nota conjunta sobre
el Señor Descartes y la filosofía cartesiana.
Extracto 1: “El judío es un
hombre que lee desde siempre, el protestante es un hombre que lee desde
Calvino, el católico es un hombre que lee desde Ferry”.
En la categoría social a la que
pertenece, el judío puede remontarse de generación en generación y puede
remontarse durante siglos: siempre se encontrará a alguien que sepa leer. Si
llegara a remontarse a algún comerciante de carnes de la pulta, si llegara a remontarse a algún comerciante de caballos de
la inmensidad del tchernosioum,1
si llegara a remontarse a algún comerciante de fósforos del Bajo Imperio o de
Alejandría o de Bizancio o a algún beduino del desierto, el judío es de una
raza donde siempre se encuentra alguien que sepa leer. Y no solamente eso, sino
que leer para ellos no es leer un libro. Es leer el Libro. Es leer el Libro y la
Ley, es leer la palabra de Dios. Las inscripciones mismas de Dios sobre las tablas
y en el libro. En todo este inmenso aparato sagrado que es el más antiguo de
todos, leer es la operación sagrada así como es la operación antigua. Todos los
judíos son lectores, son aficionados a la lectura, todos los judíos son
recitantes. Es por eso que todos los judíos son visuales, y visionarios. Y por
eso ven todo. Por decirlo instantáneamente así. Y por eso con una sola mirada,
cubren instantáneamente las superficies.
Tal vez una incursión más
profunda y por decirlo así más blanda le está reservada al que no sabe leer (se
me entiende bien) y tal vez una tercera dimensión le es otorgada al que no es
visual. Sea lo que sea, y la introducción de este latido, o más bien la
consideración de este latido, es de una consecuencia casi infinita, en la categoría
social a la que nos referimos, y que es tal vez la única importante, el
católico, o mejor empecemos por la otra punta, el judío es un hombre que lee
desde siempre, el protestante es un hombre que lee desde Calvino, el católico
es un hombre que lee desde Ferry.
Otro día, y un día en que no me
limite a hablar únicamente sobre Descartes, sería necesario intentar retener y
examinar algunas consecuencias de esta clasificación. Consecuencias que me
parecen infinitas. Tal vez nadie pueda sentirlo tanto como lo siento yo. Cuando
estoy en presencia de Pécaut,2 estoy en presencia de un hombre que
lee desde Calvino. Cuando estoy en presencia de Benda,3 estoy en
presencia de un hombre que lee desde siempre. Cuando estoy en mi presencia,
estoy en presencia de un hombre que lee desde mi madre y desde mí.
Cuando estoy en presencia de
Pécaut estoy en presencia de un hombre que lee desde el siglo dieciséis. Cuando
estoy en presencia de Benda (y tal vez de Bergson), estoy en presencia de un
hombre que lee desde hace siglos y siglos. Cuando estoy en mi presencia, estoy
en presencia de un hombre que lee desde 1880.
Œuvre complète, tomo III,
pp. 1296-1297.
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Por Paul Claudel
Carta al Gran Rabino de Francia4
Castillo de Brangues
Morestel
24 de diciembre de
1941
Víspera de navidad
Señor,
Mi buen amigo Wladimir d’Ormesson
acaba de darme su dirección. Tengo a bien escribirle para decirle la repugnancia,
el horror, la indignación que sienten todos los buenos franceses y
especialmente los católicos respecto de las iniquidades, las expoliaciones, los
malos tratos de toda clase de los que son actualmente víctimas nuestros
compatriotas israelitas. Siempre encontré en ellos no solamente espíritus
abiertos sino corazones generosos y delicados. Estoy orgulloso de tener entre
ellos muchos amigos. Un católico no puede olvidar que Israel es el hijo mayor
de la promesa, como es hoy el hijo mayor del dolor. Pero “Bienaventurados
aquellos que son perseguidos por causa de la justicia”. Que Dios proteja a
Israel en esta vía redentora. “No siempre estaré encolerizado”, dijo el Señor
por la voz de su profeta.
Reciba la expresión de mis
sentimientos más distinguidos.
Paul Claudel
Embajador de
Francia
(*) La traducción de estos dos
textos surge de la lectura de “Lacan el judío” de Jean-Claude Milner, capítulo
de su libro L’universel en éclats.
Charles Péguy y Paul Claudel supieron frotarse al nombre judío, están los
textos. No necesitaron denigrarlo para buscar el de ellos. Esta traducción
espera acompañar el texto de Perla Sneh: La
decencia de callarse. (Nota del T.)
(1) Según las notas de Robert
Burac, “el tchernosium designa las
tierras negras, muy fértiles, de la región de las estepas en Rusia meridional.
En cuanto a la puszta (el término
está cambiado aquí por Péguy), son las vastas planicies todavía sin cultivar de
Hungría, por donde pasan ovejas y animales con cuernos”.
(2) Pierre-Félix Pécaut, hijo
del fundador de la École Normale Supérieur de Fontenay-aux-Roses en 1911.
Profesor agregado de filosofía, se había convertido en 1911 en jefe del
gabinete del ministerio de Educación y de Bellas Artes, Steeg. Suscriptor de
los Cahiers de la Quinzaine en sus
comienzos, todavía estaba abonado y frecuentaba el círculo de Péguy.
(3) Julien Benda, colaborador
de los Cahiers de la Quinzaine y autor,
entre otros ensayos, de La traición de
los intelectuales.
(4) Esta carta de Paul Claudel
al Gran Rabino de Francia fue comunicada a los internos del campo de Drancy por
Mme. Annette Monod-Leiris, delegada de la Cruz Roja, en 1942.
Traducción: Hugo Savino